AMÉRICA LATINA EN EL DIVÁN – Revista DESAFÍOS URBANOS – 2006
Entrevista
La psicoanalista Silvia Bleichmar sostiene que en Latinoamérica se producen situaciones inéditas que ponen en cuestión las viejas categorías de las ciencias sociales.
Advierte que aún se mantienen debates parciales sobre grandes problemas que afectan al continente. Asegura que después de la restauración neoliberal de los 90, las manifestaciones sociales como las del 2001 en la Argentina fueron saludables porque dieron cuenta del malestar reinante. Y aunque es cauta al remarcar que aún no hemos salido del proyecto neoliberal, cree que este es un tiempo de recuperación de la dignidad: “la antesala de la esperanza”.
– ¿Te parece que Latinoamérica es el ornitorrinco de las ciencias sociales?
– En este momento sí. Es notable porque nadie sabe cómo agarrado al continente, nadie sabe qué hacer con esto ni entiende lo que es. Porque pasan fenómenos como lo de Evo Morales en Bolivia que son inéditos. No tiene la forma lógica del nacionalismo, es algo absolutamente nuevo. No es que vienen a propiciar la cría de llamas para tejer, vienen a plantearse _la defensa del gas y el petróleo. Eso es muy notable. O algunas cuestiones como las que se han planteado esta semana respecto al agua: Bolivia y Venezuela plantearon la necesidad de considerar el derecho al agua como parte de los derechos humanos -que me parece extraordinario-, y esto fue vetado no solamente por los países del primer mundo sino por los organismos internacionales, lo cual muestra la incapacidad para pensar las nuevas condiciones inclusive por parte de los llamados expertos, y los intereses que se están moviendo. Creo que es impensable este conflicto con las papeleras uruguayas. Entre la necesidad de trabajo de la gente y la defensa ecológica, entre las necesidades inmediatas y las mediatas, hay debates muy importantes. Se plantean situaciones muy complejas y totalmente inéditas. – Decías que las situaciones novedosas plantean la necesidad de revisar paradigmas: ¿cuáles son las categorías que son puestas en crisis y qué pistas tenemos para buscar otras nuevas para comprender a Latinoamérica hoy?
– Es indudable que han cambiado los modos de definir derechas e izquierdas. La categoría sigue siendo válida para regular una gran definición que es la diferencia entre un proyecto que considere a la humanidad como un todo y aquel que intenta plantear a la humanidad como categoría que corresponde a un sector. En ese sentido creo que hay que seguir conservando estas diferencias. Al mismo tiempo, me parece que una de las cosas más interesantes que está pasando en Latinoamérica es que derechos civiles y problemas sociales son tomados en conjunto, cosa que no pasa en los países del primer mundo donde los derechos de las minorías son defendidos sin que se tenga en cuenta los niveles de desigualdad a los que está llegando el mundo. Hay una gran hipocresía en el primer mundo con respecto a eso. Nosotros tenemos en este país 7 millones de indigentes que son 7 millones de discapacitados de hecho, entonces plantear los derechos de los discapacitados como un problema limitado a que puedan subir con la silla de ruedas a la vereda es una hipocresía terrible porque es verdad que hay que hacerla, pero es verdad también que hay nuevas formas de discapacidad en el mundo. Que gran parte de los niños argentinos no van a poder adquirir la lógica combinatoria porque no van a tener la posibilidad de acceder a los modelos de educación plantea justamente esta novedad que es la relación entre derechos civiles y derechos sociales como algo que tiene que ver con el problema de la desigualdad. Y creo que esto es algo que se está discutiendo sólo en Latinoamérica como un problema de las mayorías, no como un problema de sectores intelectuales que debaten en la Sorbona o en Cambridge.
– Decías que lo traumático más que un desencadenamiento puede ser un lugar de producción de algo nuevo…
– Sí, por ejemplo en el 2001 me llamaban algunos familiares del exterior desolados por lo que estaba ocurriendo y yo les decía: ‘No, no, por fin está pasando esto’. Era como un deslizamiento brutal hacia la nada y hacia el horror sin que hubiera una respuesta ni un síntoma. Entonces yo decía: ‘No, no, este traumatismo es un traumatismo saludable’. Fue un síntoma porque dio cuenta del malestar en la sociedad.
– ¿Se puede pensar al neoliberalismo como generador de ese traumatismo?
– El neoliberalismo ha generado cosas terribles porque, a diferencia de la dictadura que cabalgó en el terror para pedir la complicidad, el neoliberalismo no tuvo coartadas. Las complicidades con el neo liberalismo -y más con el neoliberalismo argentino, corrupto, brutal de la década menemista- han sido una de las lecciones morales más fuertes que ha sufrido el pueblo argentino. – ¿Y cuál era la coartada de la dictadura?
– El miedo. En los 90 no había miedo. Entonces no era que yo aceptaba y miraba para otro lado porque me podían matar. Miraba para otro lado por la cuota de la licuadora lo cual es mucho más lesionante desde el punto de vista moral y mucho más destructivo. Es irrescatable. En los 90 el neoliberalismo cercenó las bases de una estabilidad psíquica al producir en cada sujeto la sensación de que no tiene dónde estabilizarse. No tiene garantías. La comercialización rompe los pactos interhumanos. Hace sentir a cada persona que es sólo un medio para el otro. Y eso genera mucha angustia. Yo tomo este medicamento: ¿es verdad que me va a hacer bien o los laboratorios lo están haciendo para su beneficio? Yo como esto: ¿tengo la garantía de que quien lo vende no ha usado hormonas que puedan producirme cáncer? – ¿Esto no genera una forma de terror?
– Pero es una forma de terror muy extraño, porque el sujeto vive desarticulado y permanentemente fobizado por la realidad y al mismo tiempo no llega a los niveles de angustia y de terror que puede producir una situación como el terrorismo de Estado. Tienen en común que el sujeto no sabe de dónde puede venir lo que lo ataque. Tienen como diferencia que el sujeto no siente en riesgo inmediato su vida biológica. y tienen también como diferente que se va produciendo larvada y permanentemente. Los ataques de pánico, los modos actuales de la angustia, tienen que ver con esto. No se producen ataques de pánico mientras hay peligro real, evidente, de pérdida de la vida. No hay ataques de pánico en situaciones de bombardeo o cuando te pueden venir a buscar los servicios. Porque lo que produce el neoliberalismo es una sensación dilemática de que cada uno es dueño de su propio destino y si no logra salvarse encima es un idiota, un looser. Eso es brutal porque el sujeto se ha quedado sin servicios de salud para los hijos y encima siente que él es culpable de que no lo operen. Es muy terrible la deconstrucción que impone el neoliberalismo.
– ¿Cómo se puede analizar lo que nos está pasando ahora después de la década de los 90?
– No hemos salido del proyecto neoliberal. Hemos salido del proyecto neoliberal masivamente corrupto y brutal y hemos pasado a mirar los efectos más brutales y perniciosos, pero cuando el presidente reconoce que aunque aumentó el producto bruto y disminuyó la pobreza, se incrementó la desigualdad, estamos diciendo que del proyecto no se ha salido todavía y no está claro si se va a salir o si hay voluntad de salir definitivamente. Sí de ponerle freno eso está claro-, de evitar los efectos salvajes: la muerte de los niños por hambre en Tucumán.
Pero todavía no veo un proyecto en el cual la apropiación de las tierras de la Patagonia que tienen el agua como reserva natural sea sometida a una ley cuando se pueden vender al extranjero. Todavía estamos frente a un proceso en el cual las grandes corporaciones siguen teniendo controles fuertes del país. No quiere decir que no reconozca ciertas perspectivas y deseos de transformación que hay, pero son por supuesto formas morigeradas y atenuadas.
– Hablabas de una pérdida de la esperanza en los 90, ¿cómo impacta esta nueva situación en los sujetos?
– Hay una cierta diferencia que
es la siguiente: no hay una recuperación de la esperanza, pero al menos hay un cierto deseo de recuperación de la dignidad, la antesala de la esperanza. Por ejemplo, la participación de la gente cada vez más en el reclamo de justicia por víctimas ‘no inocentes’. Cuando digo víctimas ‘no inocentes’ es porque estoy harta de la clasificación entre víctimas inocentes y víctimas no inocentes. Las víctimas inocentes en la Argentina es un eufemismo escandaloso para justificar el homicidio. Entonces hace veinte años María Soledad (Morales) no hubiera movilizado a una sociedad (por las Marchas del Silencio en Catamarca en 1990 y 1991). Hubiera sido una chinita a la que liquidaron por andar metiéndose en lo que no debe. Y ahora la sociedad siente que es una víctima de un modo de depredación de los poderosos de provincia. De todos modos, este es un país que no puede ni siquiera unificar sus duelos. No puede inclusive unificar sus reclamos. Están quienes recuerdan a María Soledad y quienes recuerdan a Cabezas. Están quienes recuerdan Cromañón y quienes recuerdan la Amia. Es un país lleno de cicatrices esqueloides que no logra armar todavía un duelo compartido por sus grandes tragedias históricas.
– ¿Por qué no te hubiera gustado morir en los 90 ?
– Porque no me hubiera gustado morir en plena restauración y sin esperanza. El 2000 pese a todo viene con esperanza. Hemos empezado a levantamos un poquito del suelo. Los 90 eran feroces. En el libro que escribí yo de los 90 hablo de mi madre y le digo a mi hermano que mi madre podría haber enterrado a tres maridos pero no al socialismo y la esperanza, y que realmente todo le partía el corazón. Se evitó de ver todo lo que vino después, pero también se evitó de ver este momento: de ver a Evo (Morales) asumiendo, de ver a (Michelle) Bachellet, de ver las respuestas en los Foros internacionales, se perdió la destitución de las leyes del indulto y la obediencia debida, se perdió el debate en la sociedad respecto a los 70… No me hubiera gustado morir en los 90. ¡No sé si quiero morir en el 2014!, es otra cosa que digo. Tal vez me quiero morir pronto para conservar la esperanza, porque este
– Como para no ver los enfrentamientos ArgentinaUruguay, Bolivia- Chile…
– Yo no lo veo tan problemático. Bolivia y Chile por fin se enfrentan, no se hablaron durante añares, ¿no? Al menos ahora existe el uno para el otro. Antes no existía el uno para el otro. Lo mismo pasaba con Perú. En ese sentido yo no le tengo miedo al enfrentamiento entre Tabaré (Vázquez) y (Néstor) Kirchner. Creo que estas son las grandes paradojas entre preservar la inmediatez o preservar el futuro. Este es un gran debate actual sobre el problema ecológico, pero lo que se está discutiendo creo que es secundario. A mí lo que me preocupa es la venta de los glaciares, la posibilidad de privatización de la Amazonia, las grandes reservas de agua del mundo. Esto no quiere decir que no entienda a los pobladores de Gualeguaychú. Pero tenemos debates parciales sobre grandes problemas que afectan el continente. y así como tenemos que pelear el gas y el petróleo, en 30 años vamos a tener que pelear el problema del agua. y espero que no sea tarde.
Articulos
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