Mate Amargo – Entrevista a Silvia Bleichmar -Noviembre de 2002-
La interminable crisis del modelo atraviesa al país como una tormenta nuclear y produce movimientos en las placas de la sociedad, igual que las de la tierra cuando se produce un terremoto. En la sociedad argentina se observan trastornos, cambios, y un movimiento del pensamiento que comienza a quebrar la mirada única que imprimió la cultura dominante.
La psicoanalista Silvia Bleichmar, que bucea entre estos fenómenos nos brinda una lúcida interpretación del nuevo escenario social que empieza a construirse a partir de los hechos del 19 y 20 de diciembre pasado.
Doctorada en la Universidad de París, docente de distintos postgrados en la UBA y Córdoba, autora del libro Dolor país, Bleichmar nos dice que es imposible construir un proyecto sin el horizonte de los sueños.
Y otra vez reaparecen los sueños ante la necesidad de crear otro imaginario colectivo; con ellos darle encarnadura a los proyectos, sin desentenderse de las causas que arrebataron esos sueños a la sociedad durante décadas.
Silvia Bleichmar recuerda que en los años cuarenta un médico austriaco describió el síndrome de Asperger, que se caracteriza por el vaciamiento, por la ausencia absoluta de la significación humana de la acción.
Y señala que no es casualidad que este síndrome fuera descubierto durante la II Guerra Mundial cuando la humanidad llegó a la culminación más terrible de la racionalidad despojada del sentido. Una de las cosas que planteó el “Asperger” es también un modo de hacer política que se aplicó en nuestro país y se caracteriza porque se cumplen las acciones sin que se tenga en cuenta los efectos que se van a producir humanamente. Se puede tratar de evitar el default a costa de destruir un país y sus habitantes. La cuestión es el vaciamiento del sentido humano de las acciones generales económicas y políticas. Esa es la sensación que tiene la gente, que tiene gobiernos “Asperger”, gobiernos “autistizados”.
Bleichmar señala con énfasis el desconocimiento mutuo entre el poder y la sociedad. Desde la gente hay absoluta abstinencia respecto a cualquier proyecto que provenga de los sectores políticos tradicionales. Y desde la cúspide se desconoce todo reclamo del pueblo.
Es la primera vez que hay un descrédito impactante de la política tradicional y un accionar político tan importante del conjunto de la sociedad. Aparecen nuevas formas y modos del ejercicio de la política, hay un involucramiento mayor de la gente en las problemáticas sociales.
En diciembre pasado hubo un indudable incremento de la angustia colectiva y de la sensación de parálisis. Cuando se precipitaron los acontecimientos del 19 y 20, la sociedad encontró sus propias formas de saneamiento. Rompieron el silencio y la parálisis que son gravemente enfermantes.
Silvia Bleichmar regresa al autismo producido por el modelo neoliberal; es indudable que es imposible seguir sosteniendo los proyectos en el puro economisismo. Y lo resume en una frase que le dijo una paciente tiempo atrás: “yo no quiero proyectos, quiero sueños”.
Nos afirma que es imposible establecer proyectos si no es en el marco de los sueños. Los proyectos no tienen alcance en sí mismos si no están constituidos en el entretejido de una perspectiva diferente. Por eso insiste en no confundir la derrota con el error. Se refiere a que una cosa es que haya habido un modo de resolución histórico que fue derrotado y otra es que con él fue abortado todo un proyecto de mayor nivel de justicia y racionalidad social. Son –dice- dos cosas diferentes que deben ser recuperadas.
Cree que para la mayoría de la sociedad no hay duda que las viejas soluciones no funcionan. Observa que hay algo conmovedor: nadie apela a las viejas frases de este país frente a lo que está ocurriendo. Una cosa es que la democracia vaciada de contenido social sea insuficiente y otra cosa es que pueda ser relevada con otro sistema. Son dos cosas diferentes. Lo que se está planteando es una profundización de la democracia. Si hay una cosa que conmueve es que la gente en vez de pedir un gobierno más fuerte está constituyendo asambleas barriales.
Hay un cambio de cualidad en los modos de debate a los que asistimos. Se ha pasado de la olla y los piquetes a las asambleas con lo cual se le empieza a poner palabra a las cosas. Hay algo que hay que tener en cuenta: lo que se descongela no se puede volver a congelar porque es tóxico. Ya no se puede recongelar la sociedad argentina.
Bleichmar tiene en claro que ya no se pueden tender puentes de arriba hacia abajo: no se puede dialogar entre los que piensan lo mismo. Cuando hay una diversidad tan grande no se puede excluir las disidencias y acá está excluida la mayor parte del país. Porque si los partidos políticos han perdido toda representatividad, pensar que el diálogo es entre peronistas y radicales es totalmente ridículo. El problema es cómo se va a inaugurar otro tipo de diálogo en el país. Cómo se van a escuchar las palabras que están llegando.
La psicoanalista Silvia Bleichmar piensa que en esta etapa de caos la izquierda tendrá que ponerse las pilas y darse cuenta de que está frente a algo diferente. Los intelectuales también van a tener que ubicarse de otro modo. El “librito” se quemó, se agotó –dice, y se entusiasma- con la enorme productividad pensante en el país. Apela a una escena común en una asamblea barrial; un tipo que es “busca” que vende en los colectivos y está debatiendo de igual a igual con un médico respecto a cómo repensar su forma de vida. Aporta que se produjo una simetrización de las ideas que es absolutamente impactante y cree que los únicos que no se han dado cuenta son los sectores gobernantes que están demasiado preocupados en pagar la hipoteca.
Parece certera porque quizás ejercita la duda, la psicoanalista Silvia Bleichmar, no apuesta a los esquemas, bucea en la realidad, sus contradicciones y busca comprender estudiando las marcas que tiene la sociedad en el cuerpo.
Omar López. La piel de la gente está endurecida y parece no temer las consecuencias de ir al frente.
Silvia Bleichmar. Yo le agregaría un matiz. El endurecimiento es una forma de protección frente a la sensación brutal de que la gente está despellejada. Una forma de protección frente a los golpes que son día a día y además porque no aparece ninguna propuesta sólida que permita ver algún alivio del sufrimiento.
Raúl Dellatorre. La alternativa a resignarse, la capacidad de decir: todo se puede cambiar aunque no se haya quedado nada.
S.B.: Cuando yo hablo de un endurecimiento de la piel lo que quiero decir es que la gente lo mira con apatía. El odio es tan intenso que sería tan brutal el estallido que produciría si se lo dejara emerger que el endurecimiento de la piel es una protección frente a todo eso. Porque uno ve a esos canallas todos con causas abiertas, todos con comprobación de corrupción, creo que el salto que no se ha dado acá es que la gente encuentre formas que no sean brutales de una solución. La gente está con una posición muy sensata, una tolerancia que no es por complicidad, sino que es una tolerancia en la búsqueda de un camino. Ahora no se los puede reemplazar, no se los puede derribar todavía, entonces hagamos caminos paralelos mientras construimos un país que en el momento en que emerja los tire por la borda.
R.D. ¿Cómo es ese paso entre la tolerancia y el poder soportar este impacto y transformarlo en algo constructivo?
S.B.: Creo que hay algo que en el país circula con una sensatez sensacional, y no es del lado de la corporación gobernante, es del lado nuestro. La sensatez está en saber que todavía no tenemos opciones claras, con lo cual todavía no podemos derribar nada hasta que no tengamos claro qué construir y de qué manera lo hacemos. La Argentina esta dando una prueba de sensatez fenomenal, porque tolerancia no tenemos. Tenemos un asco horrible. La tolerancia se produce porque hay un sentimiento de soporte de las diferencias. Acá no estamos tolerando, soportamos una situación porque no tenemos claro cómo la transformamos y estamos pensando a mil por hora qué hacemos con esto. Y la politización es que todos estamos pensando qué hacemos. Hay muchas propuestas pero no tienen el poder de penetrar suficientemente en su capacidad transformadora.
O.L.: Parecería que la desmovilización es física y no mental.
S.B.: Esto que usted acaba de decir es extraordinario. La gente ha empezado a introducir la política en lo cotidiano. Lo que ocurre es que fue tan brutal el esfuerzo en diciembre y el esfuerzo posterior y es tan grande el agotamiento frente a la indiferencia que creo que eso es lo que produjo la desmovilización. Se jugó una carta muy fuerte en el país en diciembre y no cambió nada y hubo siete muertos. ¿Usted se acuerda de la película Despertares? En esta película se cuenta la experiencia de un neuropsiquiátrico donde los pacientes están inmovilizados porque es tal la velocidad de movimiento que ejerce este tipo de patología que el movimiento termina por anularse a sí mismo. Es como si las manos se movieran a una velocidad tan grande que quedan detenidas. Como la impresión que da el universo. Yo tengo la impresión que la sociedad argentina bulle por debajo de esa epidermis endurecida de cada uno y del conjunto.
“El dolor ha dejado de ser la marca individual de un fracaso o de una pérdida para ser algo del orden de la sociedad en su conjunto”, señala la psicoanalista Silvia Bleichmar para quien estas son dos imágenes fuertes y conmovedoras que sólo ha visto en ocasiones de grandes catástrofes históricas.
Señala que “la desesperación que se manifiesta como impotencia y que hasta ahora encontraba solo como destinatario a quien la padecía, se volcó hacia fuera, giró hacia la inoperancia y la corrupción gubernamental”
Para Bleichamr es necesario revisar la “autocrítica melancólica que se da entre la izquierda y algunos intelectuales, que a menudo sólo sirve de pantalla al abandono del pensamiento crítico. Hay un discurso dominante que tiende a demostrar que todos nos equivocamos, que todo lo que hicimos los que soñamos un mundo mejor estuvo mal. Confunden derrota con error; lo que se hizo, con la razón porque se hizo. Ahí es donde la sociedad se queda sin respuesta, sin proyectos.”
Asistimos a la caída del relativismo, dice entusiasta y afirma que su aforismo favorito le pertenece a Bacon quien escribió una vez que “es más fácil que la verdad salga del error que de la confusión. “El relativismo es una forma de eludir responsabilidades”, sentencia.
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